¡Cómo nos gustan los records de velocidad a los amantes del automóvil y la competición! Pero quizás vivamos obsesionados con superar la última barrera establecida por la tecnología y nos olvidemos en ocasiones de hitos importantes que nos han permitido llegar al punto en el que nos encontramos. Por ejemplo: ¿quién se acuerda del primer automóvil que superó los 100 kilómetros por hora? ¿Y si además te dijéramos que se trataba de un automóvil eléctrico que consiguió la proeza hace más de un siglo?
Pues sí, así es. Fue un coche eléctrico que desprendía una energía especial. Tanto es así que esta máquina fue denominada La Jamais Contente (La Jamás Contenta).
Hablamos de un coche eléctrico muy peculiar, con una carrocería de aleación ligera con forma de torpedo que, pese a todo, y a la luz de lo que hoy sabemos, no contaba con todas las bendiciones en términos de aerodinámica. La alta posición del puesto de conducción y su expuesto chasis inferior no ayudaban.
Así pues, La Jamais Contente se alzó con el récord de velocidad en tierra el 29 de abril -o el 1 de mayo, según las fuentes- de 1899, en Achères, muy cerca de París, en Francia. El conductor que logro batir por primera vez el record fue el belga Camille Jenatzy, hijo de Constant Jenatzy, un fabricante de neumáticos de caucho con formación de ingeniero y muy interesado en los vehículos eléctricos allá a finales del siglo XIX.
De hecho, su gran motivación era hacerse un hueco en el prometedor mercado parisino de vehículos eléctricos, para lo cual creó una planta de producción de la que salieron numerosos carruajes de motor eléctricos. Su gran competidor en el mercado de los eléctricos en aquel París era el constructor Jeantaud, con el que constantemente se disputaba el honor de firmar el eléctrico más veloz. Pues bien, para cerciorarse de ser capaz de conseguir esta hazaña, de establecer un nuevo record de velocidad, se alió con el fabricante de carros Rothschild para crear este “torpedo”, llamado a escribir una nueva página en la historia del automóvil eléctrico. Y todo, otra novedad, con una carrocería hecha a partir de una aleación de aluminio, tungsteno y magnesio.
Finalmente, Jenatzy alcanzó la velocidad de 105,882 km/h, superando el antiguo registro que ostentaba el Conde Gaston de Chasseloup-Laubat con una marca de 92,78 km/h conseguida el 4 de marzo de 1899.
Este portento de la ingeniería del momento se encuentra hoy expuesto en el museo del automóvil de Compiègne, también ubicado en Francia. Y en fantásticas condiciones. ¿Sabes por qué? Efectivamente: porque ha sido perfectamente mantenido por manos expertas durante todo este tiempo. Manos como las de los profesionales de tu TallerXXI. Las mejores para tu coche.